jueves, 6 de febrero de 2014


El handicap



¿Qué es eso de la estabilidad? El objetivo último de la vida. Un paseo por el abismo, un baile por la cuerda floja. Un propósito más en la libreta de metas irrealizables. Una certeza. Necesitamos vivir con esa garantía de todo seguirá igual. Devaneos entre querer salir de la rutina y luchar por no perderla. Buscar el riesgo y la estabilidad a partes iguales. Ya no sé cuál es mi bando, si el de los los buscadores de sensaciones o los que protegen sus tradiciones, aferrándose a ellas como un clavo ardiente. Ya no sé si soy de las que necesitan apurar las noches en alcohol y salvarse (ante la perspectiva de un mañana impredecible) o de las que prefieren irse a la cama con la seguridad de que al día siguiente todo seguirá en su sitio. Supongo que me he pasado un cacho de mi vida en cada lado (por supuesto, deseando estar en el contrario por aquello de “qué me estaré perdiendo”).
Supongo que sigo siendo la que no puede disfrutar de nada porque siempre piensa ¿cómo se vivirá al otro lado?. Y así paso del negro al blanco sin quedarme mucho tiempo en el gris, por esto de que el equilibrio siempre se me escapa de las manos y acabo en el lado de la pasividad, o en el lado del vértigo. Que ya no sé si pierdo la estabilidad o es la estabilidad la que me pierde, porque no la aprecio. Porque no me atrevo a tenerla entre mis manos mucho tiempo, por si no sé cuidar de ella. Porque necesito añorarla y luchar por ella, para luego rozarla con los dedos y maldecirla porque se me ha escapado sin dar explicación alguna. Como con todo. Añoraza, vivir de recuerdos y sinestesias. ¿Qué es eso de la plenitud que te evade y te aleja y no te deja apreciar nada? Sería como volar, como estar de paso. Y yo necesito un lastre que me ancle al suelo que piso. Para huir del vértigo, y de los sueños bonitos. Para reafirmarme como inestable para los restos.

Para pertenecerme, de alguna forma.

jueves, 28 de marzo de 2013



El miedo a que un día descubras que nadie es para tanto. Que te hartes  todas esas mierdas, que descubras que nos hemos consumido hasta reducirnos a cenizas y ya no sabemos si vale la pena ser fénix. Que esa persona diferente, con olor a nuevo, con la mirada carente de abismos te envuelva. Que sin hacer nada te salve, solo porque ha llegado en el momento justo. Cuando las costuras estaban resquebrajadas, cuando pretendíamos en vano reunir jirones despedazados, restos del naufragio caótico en el que se habían sumido nuestras vidas. Cuando yo ya no sonreía tanto y tú ya no querías saber porqué. Cuando estábamos demasiado ocupados culpándonos a nosotros mismos y no salíamos de nuestro recreo de autodestrucción. Cuando ya no teníamos valor de mirar al otro a los ojos por miedo a leer el fracaso, el esto no funciona. Estancados en un punto de inflexión latente, suspendido en el tiempo, pidiendo a gritos que nos salvaran de nuestra propio desastre.
Dejándole al tiempo el trabajo sucio que ninguno de los dos tenía cojones de llevar a cabo.

Yo ya te hacía perder la paciencia. Tú no querías guardártela. Era mejor lanzarla lejos, muy lejos. Yo perdía los estribos. Sucumbía ante esa mirada abatida de soldado herido que no sabe si continuar en un campo de batalla que sabe de antemano perdida. Busábamos respuestas en nosotros mismos, revolviendo ese amasijo turbulento de resignación, de rabia y de impotencia. Implorando a la suerte, al destino. Convenciéndonos de que era inevitable, de que habíamos perdido. De que el tiempo había pasado por encima de nosotros. De que tú ya no eras mi fruta prohibida y yo ya no era tu excepción. Ahora yo era la regla y tú eras el pan de cada día. Y empezaba a aborrecer, aunque una parte de mí se resista a pensarlo. Y si hay amores que matan...a pachas nos repartimos el papel de salvador y de verdugo.

martes, 26 de marzo de 2013

EN OBRAS.
Para bien, para mal, qué se yo. Pero algo me llamaba desde dentro, algo a lo que solía hacer oídos sordos por costumbre. Esa necesidad de probarme a mí misma. De dejarme llevar, de aceptar que puede salir mal y no machacarme hasta hacerme trizas por ello.
Ya me ha cansado el rollo de la autodestrucción. 

Irá bien. ¿Por qué iba a ir mal? Es lo que he intentado enseñarme todo este tiempo. Fuera lamentaciones, hoy me gusta ser yo.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Añoranza.




Alguien miente cuando dice que ellos vienen y se van. Yo sé que estás con nosotros...de prinicipio hasta el final.


lunes, 12 de diciembre de 2011

Volviendo al hastío..

Cansada de mí misma y a causa de eso en guerra permanente con el mundo. Hasta que me pongo delante del espejo y la persona ojerosa y flacucha de mi reflejo me dice: Eh...¡deja ya de hacer el gilipollas!
¿Qué no te gustas a ti misma? ¿Y quien sí? ¿Que no consigues lo que quieres? Porque siempre haces lo mismo, hasta que no te das la ostia no cambias el rumbo, aún viéndolas venir te sigues refugiando en tu mundo de indolencia hasta que la realidad te supera y te abofetea con una racha de mala suerte.
¿Y qué haces tú? ¿Rebelarte, hacer algo por cambiar tu situación? No...cansarte, lamentarte, fustigarte, machacarte, herirte. Como si esas lágrimas con sabor a sueños rotos fueran a ser capaces de aliviarte siempre. Como si esos brazos solícitos fueran a sacarte del abismo cada vez que tropiezas. ¡Que no te enteras!La mayoría de las veces ni saben qué has caído, ni cuándo ni cómo. No basta con levantarse, hay que seguir andando. Y a la mierda con la autodestrucción, la autconmoción y la merma de autoestima. Búscala allá donde la perdiste, ¿quien te va a querer si no empiezas tú, eh? No esperes un hombre que te repita todos los días lo preciosa y fantástica que eres, ni unos amigos que te reciban siempre con condecoraciones. No esperes ser la mejor para nadie. Empieza siendo lo mejor para ti misma, y el resto vendrá después. Digo, ya que tienes que convivir contigo misma toda la vida, atrévete a conocerte. Deja erguirte fachadas y escupe todas esas etiquetas que creías que hacían de ti alguien más interesante.

Retomemos el proceso. Desde cero. Ahí te ves. Desnuda y desarmada, limpia. Frente a frente con esa persona que desde el reflejo ya no parece tan poca cosa como antes, porque a pasos pequeñitos va a abrirse paso en el mundo.


Porque un paso enseña más que un salto, se ve mejor lo visto e insisto...
se aprecia  m á s  e x a c t o.  No saltes. Pero tampoco te quedes parada. Supera el punto de inflexión, sigue, no te detengas. Bien hecho. No importa que hayas avanzado tres metros o cuarenta kilómetros, porque el fin no es la meta, sino el maldito camino ese al que aluden todas las canciones que venden optimismo. Y ya sabes que no hay camino. A la mierda con el determinismo. Se hace camino al andar.

¡Así que andando, que es gerundio!